Hay días que no nos sentimos muy poderosos. Por más que Jesús haya prometido que recibiríamos poder al tener el Espiritu Santo (Hechos 1.8). No tenemos voluntad para buscar a Dios de madrugada… ni al mediodía. Se nos agota la paciencia. Nos sentimos impotentes ante tanto dolor y enfermedad de los que están cerca.
La Biblia dice que morimos cuando fuimos a la cruz pidiendo perdón. Si estamos muertos nosotros nada podemos hacer. Pero él sí puede.
Al creer en Cristo brotó un río, una fuente de agua viva que salta para vida eterna (Juan 4:14 y 7:38). Ese agua sacia el alma, refresca al cansado, da fuerzas al débil y palabras ungidas de lo alto al que cree, para transmitir el mensaje del Reino de Dios y reprender demonios y toda hueste espiritual que se oponga al Señor.
Hay un tesoro de vida dentro tuyo. Compártelo.