Cuando Dios llevó a Elías en un torbellino al Cielo, se le cayó el manto. Los profetas usaban un manto especial, hecho de pelo, que servía para distinguirlos. Por eso, era algo simbólico que se cayera el manto; y más aún cuando su discípulo, Eliseo, le había pedido a su mentor que le diera una doble porción de su espíritu. En la cultura hebrea el primogénito recibía el doble que sus hermanos al repartir la herencia. Entonces, recibir una doble porción significaba ser su primogénito, el que tomaba el lugar del padre como líder espiritual de la familia. En este caso, Eliseo le pidió que le dejara su herencia espiritual.
Eliseo tomó el manto porque quería ser su sucesor. Deseaba los dones de Elías, pero también ser la voz de Dios en una nación que le había vuelto la espalda y que por eso sufría desgracia tras desgracia. Hacía falta un profeta, pero no era tarea fácil, incluso significaba que por eso muchos lo rechazarían.
Hoy se necesita gente dispuesta a tomar la responsabilidad y el riesgo, pero también el maravilloso privilegio de trabajar para Dios. De trabajar junto con Dios, para que las almas vuelvan al Señor. Que tengas un bendecido día.