Los ricos pagan guardaespaldas que no pueden protegerlos de demonios y calamidades. Pero los pobres en espíritu, los verdaderos hijos de Dios, estamos seguros. El Señor mismo nos cubre con su mano. Sus ángeles nos guardan de todo mal.
¡Que vengan demonios si se atreven! No soy yo quien les va a hacer frente, sino el que vive en mí. Jesús que venció al diablo y a sus seguidores en la cruz, me defiende y me cuida.
Si eres hijo de Dios: tranquilo, que Papá te cuida.