¿Qué te llena de gozo?

¿Qué sigues tú?

y he aquí la estrella que habían visto en el oriente iba delante de ellos, hasta que llegando, se detuvo sobre donde estaba el niño. Y al ver la estrella, se regocijaron con muy grande gozo.  (Mateo 2:9b y 10
Foto: Imanes del pesebre y estrella.

Los sabios o magos de Oriente, también conocidos como los Reyes Magos, vinieron desde lejanas tierras persiguiendo un sueño. Los guiaba una estrella. Su sueño era conocer cara a cara al Salvador del Mundo, al Rey de los Judíos, al Dios hecho hombre.

No fue un viaje fácil. Para empezar, en esa época no existían las comodidades de hoy en día. El viaje fue largo, duró más de un año. Cuando por fin llegaron a Jerusalén la estrella no se veía (quizás estaba nublado). No sabían cuál era el lugar exacto y la ciudad era grande. Como buscaban a un rey fueron al palacio. Se encontraron con el Rey Herodes, un monarca puesto por el Imperio Romano. Cuando dijeron: «¿Dónde está el rey de los judíos, que ha nacido? Porque su estrella hemos visto en el oriente, y venimos a adorarle.» (Maeo 2:2) el rey y toda la ciudad se inquietó. No era la actitud que esperaban. Cuando buscamos nuestro sueño tenemos que estar dispuestos a enfrentar desafíos, especialmente si nuestro sueño es el de Dios.

El rey llamó a los sacerdotes para que le dijeran dónde debería nacer el niño. Los religiosos le dijeron que en Belén. Cuando los magos partieron para allá, ninguno quiso acompañarlos. Los representantes de Dios no fueron a adorar a Jesús. Seguramente temían que el rey lo viera como traición. A Herodes no le hacía ninguna gracia el nacimiento del Rey de los Judíos. Cuando los magos se fueron sin decirle dónde estaba, mandó matar a todos los niños menores de dos años.

Entonces, la estrella volvió a aparecer, Dios premió su perseverancia. Ellos se alegraron mucho ¡Por fin tendrían el privilegio de conocer a Emanuel! (que significa Dios con Nosotros). Y al llegar le adoraron, ofreciéndole sus tesoros.

¡Qué pocos adoradores se ven hoy en día! ¡Qué raro es encontrar a alguien que persiga la luz que lo lleva más cerca de Dios! Nuestros corazones se van detrás de las bendiciones, las riquezas, el reconocimiento de la gente, los dones. No nos postramos ante el Señor. No le rendimos nuestra vida. No dejamos nuestros tesoros al pie de la cruz, reconociendo que él es el mayor tesoro. Sin embargo él nos sigue amando. Quiere alumbrar nuestro camino para que no perdamos el rumbo. Quiere llenarnos de gozo con su presencia y darnos un tesoro mayor que incienso, oro y mirra.

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