Estaba de vacaciones en El Chaltén. Había planeado hacer un trekking por un sendero que comenzaba a varios kilómetros, así que contraté el transporte. Cuando llegó el día, amaneció lloviendo, le pregunté a Dios qué hacía y me recordó que él guarda mi entrada y mi salida. Cuando la trafic pasó a buscarme, fui con ellos. Llegamos al punto donde comenzaba el sendero y nadie más bajó. Yo confiaba en que habría alguien más. No paraba de llover, así que la visibilidad era mala. Encaré y llegué a un punto donde el camino se truncaba. No sabía adónde ir. Elegí el sendero que me pareció y terminé de nuevo al lado de la ruta. Justo llegaba un grupo de turistas extranjeros, la mayoría eran jubilados. Así que los seguí. Como eran personas mayores iban despacio, justo lo que necesitaba, porque no tengo entrenamiento. Cuando la guía vio que los seguía me dijo que no había problema, que no podía dejarme andar sola en un día así. Así que tuve guía gratis. Fue una aventura diferente. No pudimos ver mucho en los miradores, pero fue emocionante. Me hizo acordar cuando de chicos chapoteábamos en los charcos de agua. Lo disfruté mucho.
Depende de nosotros disfrutar o quejarnos. Dios no nos deja solos. Él está en los días soleados y también en los días de lluvia. Él prepara todo para nuestro bien, si nos atrevemos a seguir adelante.