La música acompaña nuestro estado de ánimo: lo levanta o lo aplaca, según qué elijamos escuchar. Pero cantar es más profundo, moviliza las emociones a otro nivel. Cuando cantamos algo pasa dentro nuestro: dan ganas de reír, de llorar o enamorarse.
También tiene un componente espiritual. Por eso está presente en todas las religiones, incluso en rituales del ocultismo. Tocar música, cantar, danzar abre portales espirituales.
¿A quién dirigimos nuestra canción? ¿A quién queremos invocar? ¿Quién nos da motivos más que suficientes para cantar?