Dejar de lado el temor sin hacer cambios es imprudente: el peligro sigue ahí. Primero es necesario asegurarse, pero no con una compañía de seguros sino consiguiendo la protección de Dios, que es infalible.
Dejar de lado el temor sin hacer cambios es imprudente: el peligro sigue ahí. Primero es necesario asegurarse, pero no con una compañía de seguros sino consiguiendo la protección de Dios, que es infalible.