Cristo es la piedra de tropiezo para los que no creen, los que se quieren justificar con obras en vez de recibir su perdón por fe (Isaías 8:14-15, Romanos 9:32-33).
En el juicio final será la piedra de la que habló el profeta (Daniel 2:44-45), que destruirá los reinos del mundo, porque fueron corrompidos por el sistema manejado por el diablo.
Es mejor rendirse ante Cristo, quebrantar nuestro orgullo y dejar que él sea la roca de nuestra salvación, en vez de esperar que nos destruya junto a sus enemigos.