Los judíos no entendieron cuando Jesús les dijo estas palabras. Se acercaba la Pascua, la fecha cuando mataban al cordero, lo comían y pintaban el dintel de la puerta. Era un ritual establecido en la Ley dada a Moisés para recordar la liberación de la esclavitud en Egipto. En la primera Pascua, el ángel fue enviado por Dios para matar a los primogénitos (el primer hijo de personas y animales), pero cuando veía la sangre en la entrada seguía de largo.
Ahora Jesús iba a tomar el lugar del cordero pascual. Si lo «comemos», si lo hacemos carne en nuestra vida, por la fe seremos librados de la muerte eterna. Y no solo de ella, sino de las maldiciones generacionales, de la ceguera espiritual que mantiene a la gente engañada y del poder de Satanás para atormentarnos ¡Jesús nos sacia mejor que cualquier comida! Todo lo demás, comparado con él, es comida chatarra.