No estamos indefensos, tenemos un arma poderosa: La oración
El salmista sabía que tenía enemigos. No lo negaba, tampoco se desesperaba. Porque sabía usar el arma que Dios da a sus hijos: La oración.
No podemos impedir que vengan. Sea por envidia, por codicia, por orgullo o simple maldad, nos van a atacar. Incluso alguno que se decía nuestro amigo, nos va a traicionar como Judas. Tenemos que estar preparados para que no nos tomen por sorpresa. Sabemos que por detrás está el diablo, moviendo sus hilos. Quiere hacernos perder la paz, debilitar nuestra fe, llenarnos de confusión y dudas. Si fuera posible, hundirnos en la depresión, hacernos renegar de Dios, quitarnos todo, incluso la vida.
No perdamos tiempo discutiendo o intentando aclarar las cosas. Busquemos al Señor y oremos. Pidamos que los malos se vayan, que sigan de largo. Que sus armas sean inútiles: que nadie crea sus mentiras, que nadie festeje sus burlas, que no puedan robarnos al amor de de nuestra vida, que sus planes para arruinarnos económicamente o en lo espiritual fracasen. ¡Dios puede hacerlo! Él hizo posible que David mate al gigante, dio fuerza sobrehumana a Sansón, cerró la boca de los leones para que no tocaran a Daniel ¡y cuántos milagros sorprendentes!
Gente mala siempre habrá. Pero el Dios que nos defiende está esperando que clamemos para mostrar su poder una vez más.