Hay quienes viven su vida como se presenta, sin pensar qué van a ser mañana, ni mucho menos adónde van a estar dentro de cinco o diez años. Otros tienen planes, se fijan metas, saben exactamente dónde quieren estar de acá a algunos años. Si no planeas es difícil que logres tus objetivos, pero si vives pendiente del futuro te llenarás de ansiedad, tienes que hacer proyectos pero enfocarte en el día de hoy.
Convencernos de que tenemos que decidir adónde queremos ir, es más o menos fácil. Lo complicado es lo que nos pide este versículo: que miremos cómo andamos y que nuestros caminos sean rectos. O sea, que a Dios no solo le importa adónde vamos sino cómo lo hacemos. No solo tenemos que buscar cosas buenas, la manera de alcanzarlas tiene que ser recta, nada de atajos, trampas, injusticias.
Fíjate adónde te lleva el camino y presta atención que andes en rectitud.