
El pueblo de Israel estaba en medio del desierto. Tenían miedo de morir de hambre. Pero ahí, en medio de la nada, Dios les dio de comer. Cada día descendía del cielo como una escarcha el maná, el Pan del Cielo.
Si estás en medio de un desierto espiritual no mires las circunstancias, aviva tu fe en el Señor que tiene poder para hacer un milagro cada día.