Dios nos enseña para que nos vaya bien en nuestras finanzas, en nuestra salud, en nuestras relaciones, especialmente en nuestra relación con Él. Porque desea mantener una comunión cercana con nosotros, como la de padre e hijo.
Pero no nos enseña con libros. Sí, usa a pastores, líderes, maestros de la Palabra, para que nos instruyan personalmente, a través de libros y videos. Para que nos expliquen la Biblia y nos ayuden a aplicarla en nuestro andar diario. Sin embargo, el Señor tiene una manera especial de enseñar personalmente a cada uno. Como nos conoce tan bien, sabe de qué manera vamos a prestar atención y asimilar la enseñanza. Por eso tenemos que pasar por procesos, a veces por duros desiertos, donde nuestros ojos se abren. Allí se nos hacen patentes nuestras debilidades e imperfecciones y comprendemos cuál es el camino a seguir.
A veces, parece que nos dejó. No es así. Como el maestro, luego de explicar, se hace a un lado para que el alumno resuelva solo los ejercicios, así nuestro Gran Maestro, se aparta un poco, pero su mirada está vigilante y su oído atento a nuestro llamado.
Ya no te aflijas creyendo que Dios no te ama, que se olvidó de ti, que te abandonó. El Señor te está enseñando para tu bien. Pídele que abra tu entendimiento, que te muestre qué es lo que tienes que aprender y así tendrás la victoria.