No importa si entre tú y tu promesa se interpone una barrera imposible de atravesar. No interesa si vienen tus adversarios. La pregunta es: ¿Le crees a Dios?
El pueblo de Dios tenía el Mar Rojo en frente y el ejército egipcio por detrás. Pero por la fe de ellos, Dios transformó esa barrera natural en camino hacia la Tierra Prometida y una trampa mortal para sus enemigos.