Cristo marcó en nosotros un punto de quiebre. Transformó nuestra forma de vivir, nuestros ideales y nuestro futuro eterno. Su paso por este mundo fue tan trascendente que la Historia se divide en antes y después de Cristo.
Pero para dejar esa huella tuvo que padecer haciendo la voluntad del Padre. Nada grande se consigue desde la comodidad y sin renunciar a cosas a las que tenemos derecho, pero que debemos dejar de lado por una necesidad mayor. Cristo era digno de la gloria celestial, pero se hizo humano; tenía derecho a juzgar a los que lo difamaban, pero los perdonó; merecía vivir, pero entregó su vida para salvar a muchos. Nos dejó ejemplo, para que el que quiera ser grande, sea el servidor de los demás (Mateo 20:26).
Para esto fuiste llamado: para ser de los que dejan huella, no porque reclaman sus derechos sino por estar dispuestos a perdonar y a servir, como Cristo.