Esas palalabras que quebrantaron nuestro corazón y trajeron perdón y salvación, un día juzgarán a los que rechazan el evangelio. Como una roca pesada que desmenuza lo que aplasta, destruirán a los soberbios e incrédulos.
Pero Dios no quiere destruir sino dar vida. Por eso sigue hablando, sigue llamando para que te arrepientas. No hay otra manera de escapar del castigo eterno.