Los magos o sabios de Oriente vinieron desde lejos. Tardaron más de un año en llegar. ¿Qué los movilizó? ¿Buscaban un milagro? ¿Sabiduría? ¿La unción? Nada de eso. Ellos no venían a pedir, venían a adorar, a traer su ofrenda, a honrar al Rey de Reyes y Señor de Señores.
Dios conocía su corazón, por eso les dió el milagro de la estrella de Belén que los guió hasta el lugar donde encontrarían al Salvador. También los libró de la ira del rey Herodes, cuando se dio cuenta que no regresarían a darle la ubicación del Rey de Israel. Y les dio un lugar en la historia entre los personajes célebres de todos los tiempos. Cada año se los recuerda porque decidieron dejar su comodidad, emprender un largo viaje, entregar sus tesoros sin pedir nada a cambio y mantener firme su fe mientras seguían la estrella. ¡Dios no defrauda!