Los egipcios habían oprimido al pueblo de Dios por años. Se creían invencibles, la nación más poderosa de su tiempo. Pero cuando Dios decidió que era tiempo de libertar a sus hijos ¡No pudieron hacer nada!
Los israelitas salieron con sus niños y animales, avanzando despacio, paso a paso. Se detuvieron junto al mar. Parecían atrapados, una presa fácil. Entonces Moisés tocó el mar con su vara y el Dios Todopoderoso abrió un camino seco en el mar. El pueblo lo atravesó gozoso. Los egipcios con sus carros de guerra los siguieron (error fatal) y el mar volvió a su curso, arrastrando el ejército de Faraón con sus carros y caballería.
Dios los atrajo hacia el mar, para destruirlos. Los dejó que persiguieran a su pueblo, pero solo para acabar con ellos. Apagó su furor como se apaga una vela.