Si conectamos la red eléctrica de nuestra casa a un cable de alta tensión tendremos graves problemas. Los aparatos eléctricos no soportan ese voltaje, se queman. Por eso existen los transformadores.
De manera similar, Dios tiene gran poder y sabiduría, pero no puede repartirlos a cualquiera. Si no están preparados, les haría más mal que bien. Por eso capacita a maestros que cumplen una función similar al Transformador de corriente. Toman el conocimiento elevado y lo simplifican, lo hacen accesible. A los que son maduros les enseñan conocimientos profundos pero a los más nuevos solo le explican lo básico.
Pero el mensaje de Dios no se trata de sabiduría humana sino de manifestación del poder divino, como lo dijo Pablo: «y ni mi palabra ni mi predicación fue con palabras persuasivas de humana sabiduría, sino con demostración del Espíritu y de poder,» 1 Corintios 2:4 RVR1960 Porque la sabiduría de los hombres no tiene poder y está distorsionada. O sea, no tiene capacidad para cambiar vidas y además está errada, equivocada.
Si quieres aprender y enseñar a otros sobre las cosas de Dios, el Señor puede darte gran poder para comunicar su mensaje: No solo conocimiento sino poder del Espíritu para respaldar su Palabra. Un poder que ni los gobernantes más elocuentes tienen y a los que cada vez les cuesta más convencer a otros.