A veces vivimos tranquilos, la vida es sencilla, sin sobresaltos. Pero Dios nos anima a salir de nuestra comodidad, para avanzar, para crecer espiritualmente. Nuestro camino ya no es tan seguro. Parece que vamos a resbalar, parece que no llegaremos a la otra orilla. Podemos decirnos que somos fuertes, que Dios nos dio talentos y que si mantenemos una actitud positiva llegaremos a salvo. Pero la Biblia nos advierte que no confiemos en nuestra prudencia ni fuerza.
Otras veces, somos nosotros mismos los que nos desviamos y el camino se pone difícil. Entonces podemos seguir porfiando, diciéndonos que si salimos de otras, podremos salir de ésta… ¡Y probablemente nos hundamos!
Tanto si Dios nos llevó hasta allí como si nos metimos solos, lo que necesitamos es tomar la mano del Señor, con humildad y fe. Sus brazos eternos nos sostendrán. «El eterno Dios es tu refugio, y acá abajo los brazos eternos» (Deuteronomio 33:27).