Los amigos de Job, al ver su desgracia, estaban seguros de que tenía pecados ocultos y que por eso Dios lo había castigado. Por más que trataba de defenderse, no servía de nada. Ya sea que se lamentara o declarara su fe, no importa los argumentos que diera, sus amigos no le creían.
También nosotros queremos protestar cuando nos acusan falsamente. Si dicen mentiras sobre nosotros, no nos quedamos con la boca cerrada: Vamos a aclarar el asunto, aunque al final no aclaramos nada, porque no nos escuchan. La mayoría de las veces solo conseguimos que cada cual se ponga más firme en su postura y nos alejemos unos de otros.
Pero cuando habla Dios es distinto. Solo tuvo que hablar una vez y Job cayó de rodillas reconociendo Su sabiduría y poder. Dios habló una sola vez y los amigos fueron a pedirle perdón a Job. Le rogaron que intercediera en oración por ellos. Dios habló y se acabó el proceso, se soltó la bendición. Todos esos familiares que se habían alejado aparecieron. Ellos habían pensado que Job habría cometido algún pecado terrible o que era mejor que no los relacionaran con una persona mal vista socialmente. Pero ahora se compadecieron de él y lo ayudaron a salir de esa situación.
Si hablan mal de ti, mejor no trates de arreglar las cosas tú solo. Ora a tu Padre que te defiende. Y si tienes que hablar, que sea Dios quien te guíe.