Cuando Moisés sacó al pueblo de Israel de Egipto, los llevó por el desierto rumbo a la Tierra Prometida. Ellos dudaban muchas veces de su liderazgo. Se quejaban y querían nombrar otros jefes. Pero lo que no podían negar era la presencia de Dios en medio de ellos, porque de día estaba la nube y de noche la columna de fuego. Esa presencia divina los guiaba, les marcaba el tiempo de avanzar y de descansar. En la actualidad tenemos la ventaja de que el Espíritu Santo vive en nosotros. Como en la antigüedad QUIERE QUE SEPAMOS QUE NO NOS ABANDONÓ, él está al tanto de nuestras necesidades y quiere ayudarnos.
Hay momentos en que nos sentimos solos, hay momentos en que nos sentimos desorientados, pero NUNCA ESTAMOS SOLOS. Jesús prometió que estaría con nosotros hasta el fin del mundo. A veces no lo notamos porque miramos hacia otro lado, pero tenemos que buscarlo dentro, en nuestro corazón y en nuestras hermanas y hermanos de la fe.
Te animo a aquietar tu espíritu, dejar de preocuparte, porque el Señor está en control. Cierra la puerta para que nadie te moleste y búscalo en oración, adora, canta, lee la Biblia, escucha con tus oídos espirituales lo que quiere hablarte. ¡Dios te bendiga!