El pueblo de Dios había salido de Egipto, en donde eran esclavos, bajo el liderazgo de Moisés. Ahora atravesaban el desierto. Hambrientos, incrédulos y cansados protestaron. Decían que estaban mejor con los egipcios porque comían bien.
Se quejaron al líder en vez de recurrir al Señor, que mostró su misericordia y poder enviando las 10 plagas para que el faraón los deje salir. Se olvidaron del Todopoderoso que abrió el mar para que cruzasen en seco y cuando el ejército enemigo los siguió, con su viento poderoso hizo que el agua los cubriera. Prefirieron quejarse antes que orar. Enojarse antes que ir a Dios con humildad.
Pero Dios, que es misericordioso, hizo soplar una vez más su viento, símbolo del Espíritu Santo. Entonces, las arenas donde no había nada se llenaron de pájaros, que luchaban inútilmente por alzar el vuelo. Tantas codornices trajo, que si caminaban todo un día hacia el norte, hacia el sur, hacia el este o el oeste seguía la pila de aves sobre el suelo. ¡Dios provee en abundancia! Incluso cuando no somos dignos, para mostrar su poder y que sus promesas son fieles.