Muchas personas quieren estar por encima de los demás, no porque les importe florecer y dar fruto. Simplemente son tan orgullosos que buscan la vanagloria o imponer su voluntad a otros.
El cristiano verdadero tiene otras motivaciones. Queremos llegar más alto, más cerca del cielo, o más bien, traer el Cielo a la tierra. Queremos tener más luz, recibir palabra del Señor, entender sus planes. Queremos crecer como el cedro pero también florecer como la palmera, para llevar mucho fruto.