El profeta Samuel le recordó a Saúl, que fue Dios quien lo puso por jefe. Fue Dios quien lo ungió, el que le dio la victoria en cada batalla, el que lo prosperó, el que lo convirtió en rey. Sin embargo Saúl lo desobedeció para quedar bien con la gente.
Todo lo que tenemos, lo que llegamos a ser, fue gracias a nuestro Padre Celestial. Si ponemos a la gente antes que a él nos va a ir mal. Si lo obedecemos, nos bendecirá. Nos prosperará en lo espiritual y lo material.