Los religiosos querían demostrar que Jesús era un falso profeta. Esta vez creían que lo conseguirían, porque estaba hablando cosas sin sentido: «Si Abraham, llamado amigo de Dios, murió. Si los profetas también murieron ¿cómo alguien no va morir por obedecer a Jesús? ¡Qué tontería! ¡Una locura!»
Pero Jesús hablaba de la «muerte segunda», o sea, el destino de las almas de los que mueren sin Dios. Porque si aceptamos a Jesús como nuestro salvador, nuestro cuerpo morirá pero nuestra alma vivirá eternanente. Y un día resucitaremos, como él resucitó. Parece locura, pero el hecho de que Jesús haya resucitado, demuestra su poder.
Los religiosos se creían sabios, pero habían aprendido de libros. Jesús fue testigo Hoy muchos estudian restos arqueológicos, otros hacen experimentos. Nadie puede saber más que Jesús porque él vive desde la eternidad, él es Dios. Puede sonar a locura, pero él vivirá por siempre y nosotros viviremos con él, si somos fieles.