Job vivió situaciones que hubieran hecho renegar de Dios a cualquiera: ¡En un día perdió a sus hijos, su riqueza, su salud! Pero entendía que no era perfecto, que no era nada al lado de un Dios tan poderoso y santo. En su oración le decía algo así como: ¿Quién soy yo para que pierdas tu tiempo persiguiéndome? No soy rival para ti, no valgo nada,. Estoy medio muerto como una hoja fuera del árbol, como paja seca.
Lo que este fiel varón no sabía era que para el Creador no era poca cosa, sino un siervo ejemplar. No lo perseguía como quien intenta matar un mosquito. Estaba procesándolo para hacerlo más grande. Dios planeaba darle un premio mayor. Al final Job pudo entenderlo y recibió su recompensa.
No veas a Dios como tu adversario. Todo lo que hace, todo lo que permite que te pase, es porque te ama. Su deseo es hacerte brillar.